Trazabilidad: siguiendo la trayectoria del producto

Trazabilidad

Estamos acostumbrados a oír hablar de la trazabilidad en distintos contextos tanto empresariales como de la vida cotidiana y en ocasiones no somos conscientes de la complejidad de este término. Sin embargo, empecemos por una definición sencilla y fácil de recordar: la trazabilidad se refiere al seguimiento de un producto.

Sin duda alguna, el sector industrial que más necesita de esta trazabilidad es el alimentario, ya que cualquier problema incidiría directamente en la salud de sus clientes. Sin embargo, es igual de importante para cualquier empresa que quiera controlar directamente la ubicación de los productos que elabora, así como su paso por la cadena de montaje o procesado.

Actualmente, los sectores de la automoción y los cosméticos, así como también el de la construcción, son los que más usos novedosos están dando a estos conceptos.

El lote

Dentro de este ámbito, el término más conocido es el de lote que como consumidores estamos acostumbrados a ver en los etiquetados de los productos, así como la fecha de fabricación y caducidad. El lote se usa sobre todo en las empresas de alimentación y cosmética y convive junto al número de serie en otros sectores industriales.

El objetivo de la trazabilidad

Una vez hecha una definición general, es el momento de analizar cuáles son los objetivos de la trazabilidad, sus procedimientos específicos y las herramientas que se usan para ello.

Entre estos procedimientos tenemos que destacar en primer lugar la información que obtenemos de la propia cadena de suministro y producción y en segundo los protocolos que hay que realizar para recopilar esta información en el menor tiempo posible. Hay que tener en cuenta que si necesitamos estos datos es porque algo malo debe haber ocurrido y por tanto no hay tiempo que perder.

Sin embargo, si no poseemos las herramientas adecuadas aunque obtengamos la información que necesitamos nos faltará ese tiempo de respuesta preciso que es fundamental. Aquí es donde entran en acción los sistemas de información, que han sido claves en los últimos tiempos y que se basan en las dos tecnologías de codificación más populares: el código de barras y el más reciente sistema RFID.

Un ejemplo práctico

Vamos a proponer un ejemplo práctico para que veáis como funciona todo esto que acabamos de comentar. Imaginemos que gracias a los protocolos de calidad hemos encontrado un problema en la cadena de producción, en concreto referido a la calidad de la materia prima. Tenemos que saber en qué se ha utilizado y si está en la calle a quién se le ha vendido. En definitiva, hay que resolver el problema directamente con el proveedor.

Para ello localizamos a nuestros clientes (preferiblemente antes de que éstos se den cuenta del problema) y les comunicamos la situación que hay con relación al producto que le hemos suministrado. Gracias a las soluciones de trazabilidad podremos saber qué lotes se han visto comprometidos y eliminar aquella mercancía que pueda suponer un riesgo con un tiempo de respuesta eficaz.

¿Alguna vez te ha pasado que te han llamado del concesionario por una pieza defectuosa que venía de serie en tu modelo de coche? Pues bien, este es otro claro ejemplo de lo que un buen sistema de trazabilidad puede hacer por tu empresa.